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20 de enero de 2022

Rutina

 

A ver, dos cartones de leche, un paquete de yogures, de los que tienen trozos de fruta, la habitación en penumbra, tu cuerpo desnudo, enredado en el mío, parecías un ángel, joder, menuda mierda de metáfora, céntrate, algo de zumo, las manzanas para la tarta… No había música, debería haber elegido una canción para recordar esa noche, para cerrar los ojos cuando la escuchara y volver a esa cama… un poco de mozzarella, haré masa de pizza para congelar, una mano surfeando por tus pechos, blancos, pesados y calientes, la otra recorriendo tus muslos, ¿Cómo era aquella canción de los Stones? Joder, Gabinete hicieron una versión cojonuda. Vale, vale, “Ella es dulce”, del Privado. Chaval, te haces viejo. “Sonríe al ver que yo disfruto con su olor y su sudor, suave y dulzón…”… Sí, esa podría ser la canción… Gel, vale, bolsas compostables para la orgánica, reciclando como capullos y pagando las bolsas, tiene huevos la cosa… “Que no amanezca nunca…”, me dijo, pero se durmió, o fingió que dormía, no lo sé. Yo no pude, quería acariciarla, oler sus huecos, besarla, los dos desnudos entre las ropas tiradas de cualquier manera. Pan de molde, algo de chocolate… No había crucifijo, no estaba el galileo triste. ¿Cómo lo llamaba Panero? Ah, sí, “adusto como un cobrador de impuestos”. No, no estaba para volcar sobre nosotros su mirada de reproche, dos mil años de mortificación y arrepentimiento. “Carne ahíta y sábanas empapadas en sudor y lujuria”. ¿Quién escribió eso? Luego lo miro. A ver si me cabe el paquete con las botellas de agua… sí, cabe. Y si a la señora le apetece moverse un poquito y puedo pasar con el carro ya sería la hostia. Nos metimos mano por la calle, como dos niños, parándonos en los semáforos para besarnos, jadeando el uno en la boca del otro, cómo se reía el viejo de al lado. Las galletas que le gustan a Marta, estaban por aquí… cómo puede cambiar tanto una estación de tren, tan alegre un día, tan triste el otro, la vieja alemana vestida como la abuela de Heidi, qué risa, el bigotudo moreno dando vueltas, agobiado de esperar y sostener el ramo de flores… Yo creo que ya está, ¿Cómo decía el artículo que leí sobre las cajas? Sí, que en realidad iban más rápidas las que tenían carritos más llenos, no sé, mira, aquí mismo, detrás de estos dos, qué más da. El champán cayendo por su cuerpo, mi lengua lamiéndolo, encerrados, siempre nos amamos encerrados, en pequeñas habitaciones reales o virtuales, y yo no quería salir, porque fuera solo tengo la rutina sofocante, el hastío, esta vieja que no acaba de contar las monedas y la sonrisa mercenaria de la cajera, tan aburrida y cansada como yo.

3 comentarios:

  1. Isaak Asino10:04 a. m.

    Imaginaba que escribirías así; tal cual. Mezcla ligera y cortante, entre Azorín y J.J. Millás.

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  2. Anónimo12:13 p. m.

    Siii Andrés es nuestro futuro Millás

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