Ya está aquí la gorda. Como cada mañana.
Con su bata sucia, sus pelos como cerdas en la papada y ese pestazo de no pasar
por la ducha desde hace semanas. Y tengo que sonreír, claro, porque si saco el
ambientador y hago gestos con las manos, como la semana pasada, se irá al
encargado y me montará un buen pollo, la tía. O sea, que a tirar de sonrisa,
Pili, mientras la gorda coloca sus chocolatinas y sus bollos en la cinta y te
mira con esa cara de que el cliente siempre tiene razón y esas mierdas,
perdonándote la vida. Agacha la cabeza y cobra, y que se vaya de una vez, no te
busques más problemas.
Las diez… cinco horas por delante, y las
piernas hinchadas, porque hay que ayudar al cliente a embolsar, y una casi no
puede ni sentarse. Total, para esta porquería de taburete… Ahora viene la
vieja. Venga, a pesar la manzana, la pera, los dos tomates, el cuarto de
sardinas que huele que apesta. Ahora, a esperar a que saque el monederito azul,
a que busque las monedas, mientras la cola detrás aumenta y la gente se
impacienta, bufa y resopla mientras la abuela se toma todo el tiempo del mundo
para sacar las puñeteras monedas, contarlas, repasarlas mil veces… Y todo
mientras me cuenta su vida, sus achaques, sus historias. Y claro, tengo que
seguir sonriendo y hacer como que me interesan sus problemas. Como si no
tuviera yo los míos. Y el otro durmiendo en casa. Claro, anoche había partido y
el señor no podía verlo en casa con su mujer y su hija, no. Tenía que bajar al
bar con los colegas, a ponerse hasta las trancas de cerveza y hacer el burro
hasta las tantas. Ni sé a qué hora ha venido. Y una a levantarse a las siete,
apañar a la niña y salir zumbando para la guardería con el café a medio bajar
por la garganta mientras don Iván ronca como un cerdo, oliendo a cerveza y al
perfume barato de las cuatro putillas que siempre rondan por el bar, a ver lo
que cae… Menuda tripa está echando, parece un viejales de los que siempre se
había reído cuando salíamos todo el grupo juntos. En qué estaría yo pensando,
joder… Con lo cachondo y guapo que era mi Iván, y lo que se está estropeando y
la mala hostia que tiene ahora. Y encima sin dar ni golpe, que no sale del bar
con el rollo de la crisis y que si no hay trabajo de nada.
Mira, la que faltaba, la Juani… Venga,
reina, a perdonarme la vida un rato, a hacer la hipócrita con los abrazos y los
besos y los “qué guapísima estás” y “hay que ver lo que te echamos de menos” y
“tenemos que quedar para liarla como antes”, mientras le cobro su pintalabios o
sus cremas, o cualquier potingue que a la señora le apetezca. Que sé que por
dentro se ríe de mí, la muy hipócrita, y me repasa de arriba a abajo para luego
echarse unas risas con las otras arpías, la Vanessa y la Marta, que “vaya culo
está echando la Pili”, que “qué cara de amargada tiene”, que “parece una
vieja”… Envidia de la mala me tienen, que me llevé al Iván en sus morros, que
sé que todas iban detrás de él… Eso no me lo quita nadie, y algún día se lo voy
a decir en todos los morros, como que me llamo Pili.
Hombre, ya está la Jeny camelándose al
encargado… Tempranito empieza hoy. Claro que sí, guapa, mueve un poco más el
pandero, que tu dinerito de gimnasio te cuesta… Cómo se nota que vive con sus
papis y tiene tiempo libre, y que no tiene que llevar a la niña a la guardería,
trabajar, ir luego a buscarla, hacerle la comida, cambiarla, llevarla a casa de
los padres o los suegros, volver al trabajo… No, la señora tiene tiempo libre
para correr en su cintita y bailar y
sudar hasta la última gota de grasa. Mírala, tres meses en el súper y ya quiere
ser jefa de cajeras. Y el otro imbécil babeando detrás como un adolescente
salido. Pero esa no me quita a mí el puesto, aunque también tenga que mover las
tetas delante del gordo ese, que bueno, vale, he engordado un poquito, pero la
Pili es mucha Pili todavia.
Ufff, la que faltaba, la de las ofertas y
los cupones y los folletos y la madre que la parió. Venga recortar papelitos, y
que si “niña, que aquí hay un dos por uno y no lo has hecho”, que si “¿me has
cobrado la segunda unidad a la mitad?”. Media hora con ella, y la cola que
llega hasta donde el pescado. Claro, la Mari de baja, la nueva que no da
abasto, y el encargado venga “jiji” y “jaja” con la Jeny, no se vaya a romper
la muñequita si se pone a cobrar como las demás…
No me pasa la mañana. Tres cuartos de hora
para el desayuno, y como vamos flojos de personal, a tomarse el café a
trompicones y a fumarse el cigarro cagando leches. Y luego tres horas para
irme. Total, para luego malcomer y salir zumbando a dejarle la niña a mi
suegra, y aguantar sus indirectas, su cara de asco cuando me mira, agachar la
cabeza cuando me da un billete para “que le compre algo a su niño o a su
nieta”… Casi que prefiero esta mierda, los niñatos que me miran las tetas y se
van riendo y dándose codazos, o los que me miran sin verme, como si fuera un
robot que cobra, o las broncas cuando alguien se cuela, y el dolor de pies, de
las piernas, el sudor, este asqueroso uniforme que se pega a la piel…
Y ya tenemos al que faltaba. Ya estamos
todos. Don Ismael, mi profe del Instituto. Como cada día, otro solterón de los
de fruta por piezas y paquetitos de pescado o pollo. Y los bollitos de crema,
claro, que mucha comida sana pero el tío se tira su buen cuarto de hora dando
vueltas por la pastelería hasta que al final siempre pica, desde aquí se puede
escuchar el suspiro cuando no se puede resistir a meter los bollos en la bolsa.
La verdad es que están buenos. Sigue tan despistado como siempre. No me
reconoce, y eso que hace tiempo que dejé el Insti. Eso sí, le debe de sonar mi
voz o mi cara, a pesar del maquillaje, porque noto que me mira desde lejos, o
cuando pasa sus cosas por la cinta. El caso es que no me mira como los viejos
verdes que me repasan con la vista mientras les cobro. Igual le sueno, pero no
acaba de caer… Mejor, que menuda bronca me daba, que si no me esforzaba nunca
llegaría a nada, que la vida era muy dura y aprovechara las oportunidades… Lo
que me faltaba, que me viera aquí de cajera, como si no tuviera bastante con
las chicas… Otra cosa será cuando me hagan jefa de cajeras, que la pedorra de
la Jeny no me conoce, y a esa me la
meriendo viva. Sí, cuando sea jefa de cajeras me acercaré, me haré la
encontradiza y se lo pienso soltar, hombre, don Jaime, ¿no se acuerda de mi…?
Que me vea con mi uniforme azul y mi placa, y que me diga si he llegado a algo
en la vida o no. Esperaré, claro que esperaré...
Born to loose...Baby!
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