—Hola, Carmen, ¿te puedo invitar a tomar algo?
—¿Qué? No te conozco, ¿cómo sabes mi nombre?
—Alguien me lo dijo. Vengo de lejos, sólo para conocerte.
—¿A mí? ¿Y quién te ha hablado de mí?
—El caso es que es complicado… Vamos, que no me vas a creer.
—Venga, va, prueba. De momento, no tengo nada mejor que hacer.
—El caso es que creo que, de alguna manera, mi “yo” del futuro vino para decirme que te buscara. Me habló de ti y desapareció.
—Joder, mira que me han intentado ligar con movidas raras, pero como esta, ninguna. Y no pareces bebido, ni fumado. ¿Qué te has metido?
—Te juro que nada. Yo tampoco me lo acabo de creer, pero aquel viejo, joder, se me parecía muchísimo.
—Creo que alguien te ha querido gastar una broma. ¿Cómo te llamas?
—Mario.
—Pues eso, Mario, que alguien te gastó una broma pesada, y el caso es que no pareces tan primo.
—Bueno, antes de desaparecer me dio esta foto.
—¿A ver? ¡Hostias! Pero… Este viejo se te parece, y la mujer, joder, la mujer…
—La mujer se te parece a ti.
—Ahora pienso que quien me quiere gastar una broma eres tú a mí. No puedo ser yo. Esa foto, el pelo rosa… ¿cómo coño la has hecho, la has pintado, algún fotógrafo la ha retocado?
—No. Me la dio el viejo y luego desapareció, se esfumó delante de mí. ¿Sabes? Es posible que sí, que alguien nos haya gastado una broma pesada. Será mejor que me vaya. Creo que en una hora sale un tren para mi ciudad.
—Espera, espera. Mario, me has dicho, ¿verdad? Va, te acepto esa copa. Al fin y al cabo, has venido del quinto coño sólo para verme, ¿no? Y relájate un poco, que te va a dar un soponcio.
—Espera, el reloj que llevas…
—Es bonito, ¿eh? Me lo regaló mi abuela. Jamás he visto uno igual.
—Mira la foto. La muñeca de la mujer.
❤️
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