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1 de octubre de 2010

Carmen

"Vaya coñazo". La voz de Carmen sonó clara y fuerte en mi cabeza. Yo intentaba aislarme de eso, del soporífero coñazo que nos estaba endilgando el invitado del día. Durante unos instantes no pude asimilar que ese comentario solamente lo habíamos escuchado los dos. Miré aterrorizado al menda que tenía al lado, pero él seguía divagando, imparable, sobre los patos del Delta del Llobregat y sobre las terribles amenazas que sobre ellos se cernían. Supongo que la cosa tendría su razón de ser, y que los patos efectivamente corrían un gravísimo peligro. Pero uno era joven y, supongo, gilipollas, y los patos se la traían al pairo. Yo solamente quería que aquel rollazo acabara para poner un temazo de punk-rock cuya presentación me ardía entre las manos, y escucharlo pos los auriculares a todo trapo moviendo el culo en la silla. Así que sonreí con complicidad a Carmen, ella me devolvió la sonrisa, y todo fue un poco mejor. No es que estuviera enamorado de ella, ni mucho menos, pero cuando estás rodeado de tíos hablando sobre los puñeteros patos del Delta del Llobregat uno no podía por menos que dar gracias a los dioses por haber colocado en los controles a una criatura como Carmen. Alta, morena, escultural, divertida, vital. Los vinilos parecían derretirse en sus manos esbeltas. Carmen se arreglaba las uñas mientras nosotros, pobres pardillos, intentábamos arreglar el mundo a golpes de rock'n'roll  y patos del Llobregat. Por la noche, todos coincidíamos en el Chinaski, el mejor bar de la comarca y aledaños, y reíamos hasta descoyuntarnos. Eran buenos tiempos. Cervezas, música, futbolines, bocatas de morcilla. Ginés y Montse tras la barra, una barra omnipresente pero, a la vez, inexistente. Compadreo alcohólico, consumiciones fiadas hasta el día de cobro, Supersuckers, Motorhead, Cramps, el Jordi, sempiterno punki travieso que aparecía en el bar con sus pestilentes tarros de conservas, tirando petardos, acorralado en un rincón de la barra por una enfermera bolinga y provocadora. El Chema reivindicando a los Marismeños, yo muerto de la risa viendo los espasmódicos movimientos de aquel larguirucho loco. Reproducíamos diálogos y escenas de "Reservoir Dogs", y rezábamos a un dios en el que no creíamos para que aquella noche nunca acabara. Un fin de semana seguimos a los Vampiros en la Habana, el grupo de Ginés, en una gira de fin de semana. Chema conducía, Carmen a su lado, y yo detrás, bebiendo cerveza, feliz. "Carmen, hazte un makintosh", y Carmen se liaba unos petardos de escándalo. Yo no fumaba, siempre me sentaron mal los porros. Pero aquello era un descojone. Cantábamos a grito pelado temas de Nino Bravo, haciéndoles muecas a los que iban en el coche de detrás. Vimos a los Vampiros, dormimos tirados en el suelo en un siniestro polideportivo, y nos reímos de la resaca a golpesde carajillo. Yo volví a mi casa sucio y cansado, pero con el recuerdo de ese fin de semana tatuado en el corazón. Y anoche Carmen murió. Los demás, mal que bien, echamos el freno, pero ella siguió, apurando hasta las heces la noche y la risa. Hacía años que no la veía. Y lo agradezco.Seguiré recordándola alta, morena, guapa hasta decir basta, susurrándome por los auriculares: "vaya coñazo". Me sabe el vino amargo, raro, sin alma, pero levanto mi copa para brindar por ti. Porque tú fuiste como aquel personaje de Bukowski, Cass, la chica más guapa de la ciudad.

1 comentario:

  1. Anónimo3:18 p. m.

    Bonitos y a la vez tristes y extraños recuerdos.
    Bonitos por la complicidad y la bella forma de describirla y tristes y extraños por que supongo que tendría muchas y mejores cualidades que liarse canutos ....Pero bueno casi siempre son extraños los recuerdos que tenemos de las personas.
    Es curioso siempre he pensado que dirían de mi el día que me muera y siempre llego a la conclusión de que es una pena no averiguarlo, o si igual me quedo por aquí "porculeando" un tiempo hasta que me entere .
    En fon creo que a ella le hubiese gustado leer estos recuerdos.Descanse en paz allí donde este.
    Un beso compi y animo.

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