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3 de noviembre de 2009

Murió José Luis López Vázquez: es la hora de chuparnos las pollas


Sí, lo de "chuparnos las pollas" no es mío, es una frase que me hizo mucha gracia, pronunciada por Harvey Keitel en "Pulp Fiction", del amiguete Tarantino (por cierto, imperdonable, no he ido todavía a ver su "Malditos Bastardos", me hago viejo y perezoso). Pero, leyendo los más o menos panegíricos dedicados a la figura del maestro José Luis López Vázquez, que nos dejaba ayer, no puedo por menos que recordar esa frase mítica. Porque, en efecto, por estos lares se desata el "chupapollismo" en cuanto una de nuestras glorias dobla la cuchara. No puedo por menos que comparar el trato que se le da a nuestros más legendarios actores en nuestro país con el que reciben los ingleses en el suyo. En Gran Bretaña, sus actores míticos se convierten en "Sir" y pueden lucir el título durante gran parte de su vida. Aquí se les entrega una estatuilla espantosa cuando apenas pueden aguantarse los pedos y agradecer el "premio-limosna" con un mínimo de coherencia.

José Luis López Vázquez. Ahí es nada. Uno creció viendo sus películas. Y riéndose con ellas. A mandíbula batiente. Porque, a pesar de que la película fuera una "españolada" arcaica y reaccionaria, el maestro la iluminaba con su presencia, con su bigotillo, con su manera peculiar de pronunciar las sílabas (¡Se-ño-ri-taaa!). Y uno, en estos tiempos asesinos que corren, siempre agradece que alguien sea capaz de hacerle reír. Yo creo que es más difícil que hacerte llorar. Cualquier inepto trinca una cámara (o se pone delante de ella) y te arranca unas lagrimillas. Desgraciadamente, hay demasiadas circunstancias que, llevadas al cine, hacen que el personal acabe la película rojo como un tomate y medio congestionado de aguantarse los lagrimones, tosiendo como tuberculosos en estado terminal para tener la excusa de sacar el pañuelo y disimular un poco. Tetrapléjicos, niños con cáncer, masacres de la Guerra Civil, dramones cuasi culebronescos, la lista es amplia. Pero hacernos reír, la verdad es que muy poquitos. Ni directores ni actores. Uno acaba de ver las presuntas comedias españolas con una mezcla de indignación y pasmo. Comienzan los títulos de crédito y uno todavía está con la misma cara que tenía cuando empezó a atacar las palomitas de colorines. Estoy generalizando, claro. Siempre hay honradas excepciones. Pero actores como José Luis López Vázquez formaban parte de una terna de cómicos invencible, garantía segura de una buena actuación, aunque fuera en el marco de la típica peli de machitos celtibéricos más salidos que el mango de una sartén y suecas (o, en su defecto, producto nacional liberado).

José Luis López Vázquez, Alfredo Landa, Fernando Fernán-Gómez, Tony Leblanc, Agustín González, Vicente Aleixandre, Manolo Gómez-Bur, Rafaela Aparicio, Gracita Morales... Sí, sí, casposos, poco modernos, pero todos, los que están y los que nos han dejado un poquito huérfanos, con un talento impresionante. Acabada la "era de la españolada" supieron demostrar que sus registros no se limitaban a los subproductos ozorescos. José Luis López Vázquez, con su soberbia interpretación en "La Cabina", logró que tuviera pesadillas durante meses. ¿Cómo podía el ligón de suecas, o el padrino de Chencho, hacernos pasar de la risa inicial al terror más total de la escena final, que todavía me produce escalofríos? Supieron hacernos reír, pero demostraron, cuando llegó el momento, que nos podían hacer llorar o temblar de miedo. Alfredo Landa supo hacernos olvidar sus papeles de "prototipo del español machito" con interpretaciones tan soberbias como las del detective Germán Areta en "El Golpe" y "El Golpe 2", o como la del siervo de la gleba humillado en "Los Santos Inocentes". La interpretación de Andrés Pajares en "Ay, Carmela", la de Agustín González en "Las bicicletas son para el verano"... Son demasiadas las muestras de talento de estos actores, a los que en determinado momento tocó ignorar o hacer objeto de mofa, befa y escarnio (de repente fuimos taaaaaaan modernos...)

Pues eso, que don José Luis López Vázquez nos ha dejado. Uno no puede por menos que estremecerse ante el progresivo e inexorable goteo de los personajes que conformaron mis referencias cinematográficas, musicales... Supongo que ya toca, uno ya va por los 43 tacazos, ley de vida, que le llaman al asunto, pero no deja de joderme, qué coño. Y ahora, en el momento de "chuparnos las pollas", las imágenes de un señor calvo con bigotillo se acumulan en mi cerebro, y mira tú por dónde, más que reír me están haciendo llorar...

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