Vistas de página en total

3 de mayo de 2007

Soylent Green - Cuando el destino nos alcance




Hace tiempo que no puedo evitar, cuando como según qué tomates, pensar en una película, "Soylent Green", cuyo título en España es "Cuando el destino nos alcance" (por una vez me parece más bonito el título en español que el original en inglés). No, no me estoy volviendo loco, por lo menos no estoy empeorando espectacularmente. Simplemente no puedo evitar pensar en esa peli cuando rompo el plástico que recubre la bandeja, saco un tomate y lo muerdo. Una textura gomosa, una ausencia casi total de sabor, de olor. Tomates de invernadero, principalmente de Almería, cultivados bajo los asfixiantes plásticos que componen gran parte del paisaje de la que antaño fue una de las más pobres provincias españolas, resucitada gracias a los invernaderos y desde hace unos años nuevo objetivo de la pútrida carroña constructora que está alicatando nuestra costa mediterránea, malditos hijos de puta que están matando nuestro sagrado Mare Nostrum, nuestras costas, nuestras playas, para acabar colgando un Picasso del váter, así se les cayera el cuadro encima mientras jiñan y se ahogaran en su propia mierda. Como dijo Calígula, el emperador loco, me gustaría que todos tuvieran un solo cuello para cortarlo de un sólo golpe. En fin, a lo que iba, si relaciono el tema de los tomates con la película es porque hay una escena en la que el gran Edward G. Robinson (en su última película, pues murió un año después) degusta unas verduras que el prota, el rifloso Charlton Heston se apalanca de manera no muy ortodoxa durante una investigación en un apartamento (sí, es poli). En fin, ya que estoy, os cuento un poco de la peli. Como ya he dicho, la acción transcurre en Nueva York, año 2022. La ciudad tiene 40 millones de habitantes, los alimentos "naturales" prácticamente se han extinguido, solamente una selecta minoría tiene acceso a ellos, y la muchedumbre hambrienta se alimenta exclusivamente de una especie de galletas de distintos colores. Las galletas se llaman Soylent, y las más apreciadas por el personal son las Soylent Green. Su escasez hace que inmensas multitudes se lancen enloquecidas a la calle, y es estremecedora la escena en la que se las reprime empujándolas sin miramientos con gigantescas excavadoras. Charlton Heston es un policía con tendencia al trinque en casa ajena que comienza investigando la muerte de un directivo de Soylent y acaba descubriendo una monstruosa trama en el corazón de la empresa. En fin, que no os quiero destripar más, el final es de lo más sorprendente (aunque se ve venir, chavales, se ve venir) y la peli es cojonuda (y como esa peli, no hay ninguna), un filme apocalíptico sobre los peligros de la superpoblación y la contaminación, con una emocionante y enternecedora interpretación del gran Edward G. Robinson, como ya he dicho. Os la recomiendo encarecidamente, y después de su visión, intentad conseguir algunos tomates con sabor (sí, aún quedan, aunque hay que pagarlosa precio de oro) y comedlos, pues resulta evidente que en este mierdoso siglo XXI, y con una siniestra coherencia, a la clase de tropa nos alimentan cada vez más con verdadera mierda, y solamente nos queda el triste consuelo de que esa mierda, por lo menos, no tiene sabor. Que os aproveche.


No hay comentarios:

Publicar un comentario