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14 de febrero de 2007

Vuelta a la Isla del Tesoro

Pues sí, amiguetes, a mis cuarenta tacos, y en vista de que comenzaba a dudar de que alguna vez hubiese leído el libro, he vuelto a caminar dubitativo y medio desorientado por los acantilados de Bristol hasta que he divisado la posada del Almirante Benbow, y aspirando fuerte el olor a salitre marino, he vuelto a pasar bajo el viejo letrero, he empujado la puerta, y allí estaba, al fondo del local, el viejo Billy Bones, peligroso como un viejo tiburón resabiado, trasegando ron sin parar mientras enarbolaba su sable, rememorando sangrientas asaltos en alta mar y creyendo aspirar de nuevo el olor a pólvora, madera quemada y sangre. Y he oído de nuevo su voz pastosa mientras canturrea por enésima vez la salvaje tonadilla:

"Quince hombres van en el cofre del muerto,
¡ja, ja, ja, y una botella de ron!
El diablo y el ron se llevaron al resto,
¡ja, ja, ja, y una botella de ron"

Y, aunque quizás ya no tenga edad para hacerlo, me he escondido en "La Hispaniola" y he viajado hacia la Isla del Tesoro, y he visto a Jim Hawkins entrar en el barril de manzanas y oír aterrado los planes de Long John Silver. He escuchado, mezcladas con el olor del mar y los vahos del ron, historias de sanguinarias matanzas en alta mar, de fabulosos tesoros escondidos, de traiciones y venganzas, y medio he conseguido, cerrando los ojos, ignorar dolores, achaques y miserias actuales, retroceder en el pasado vertiginosamente sintiendo de manera fugaz cómo algunos muertos llorados volvían a a la vida, algunos amigos perdidos me estrechaban de nuevo la mano y algunos besos enterrados en rencor y traición humedecían nuevamente mis labios. Y, por fin, ahí estoy, acurrucado en mi cama, pasando ávidamente las páginas, sintiendo el tintineo de las monedas y el sonido de la pata de palo de Long John Silver. He vuelto a la Isla del Tesoro. Todos siguen ahí. Yo, ya no. Creo que en algún momento caí por la borda de "La Hispaniola"



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