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1 de junio de 2024

El chispazo

 

El chispazo fue tan demoledor como efímero, apenas una centésima de segundo que los sumió a los dos en un desconcierto desolador. Lo provocó el involuntario roce de sus dedos mientras contemplaban absortos un escaparate, una caricia involuntaria que hizo brillar de manera fugaz algo muerto, escondido y enquistado en un rincón perdido de sus corazones. Al mismo tiempo, perfectamente sincronizadas, una secuencia vertiginosa de imágenes, olores y sentimientos pasó por sus cabezas. Una habitación, un hombre y una mujer, risas, los cuerpos en una cama, jadeando, besándose, luego los dos bajo el agua, en un cubículo demasiado estrecho, abrazados bajo la lluvia fina. Dolor, amargura, rencor, tristeza, destellos de odio. Todo estalló en sus cerebros, como un fuego de artificio, y luego implosionó, desapareciendo de manera tan súbita como había aparecido. Sólo quedó una estupefacción que los dejó cara a cara, con las bocas abiertas, mirándose fijamente, hasta que sus padres, impacientes, los cogieron de las manos y se los llevaron a los dos del escaparate de la juguetería, en direcciones contrarias.

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